lunes, 19 de diciembre de 2011

FOTOGRAFÍAS POST-MORTEM

Vamos atratar un tema muy interesante, un reflejo histórico que hoy en día nos parece macabro pero que hace años su significado era totalmente distinto. Fotografiar a nuestrosmuertos para tener una imagen de ellos para siempre.

El delicado oficio de fotografiar muertos


Las fotografías mortuorias no son bien vistas por el público contemporáneo. Sin embargo fueron muy populares a partir de 1840 y hasta bien entrado el siglo XX en toda la sociedad occidental.

Las fotografías mortuorias fueron la expresión del pensamiento e individualismo del hombre del siglo XIX.
Una antigua fotografía de una persona muerta. Directa, cruda, fría, real. Sobre todo, real. Los rasgos inconfundibles que la muerte deja en los cuerpos no se pueden ocultar y se hacen visibles para el sorprendido ojo del espectador. Dejando de lado las apreciaciones de los aficionados a estos tipos de retratos, la respuesta general del público contemporáneo que tuvo la oportunidad de observar una fotografía mortuoria casi siempre es la misma: sorpresa y -muchas veces- rechazo. Esas imágenes, capturadas por y para el hombre del pasado, son tomadas generalmente como algo macabro, morboso, de mal gusto. 

Pero estas fotografías fueron muy populares a partir de 1840, y lo siguieron siendo hasta bien entrado el siglo XX en toda la sociedad occidental. Lo que hoy percibimos como raro, hace más de 150 años era una práctica normal y bien vista. Los “nuevos fotógrafos mortuorios” se beneficiaban con las ganancias de un creciente mercado, al mismo tiempo que decenas de familias obtenían un recuerdo perdurable y único de sus seres queridos.

Nace un nuevo oficio

La novedad irrumpió con la fuerza bruta que cargan las maravillas: en 1839 Louis Daguerre, francés, creó el daguerrotipo, primer formato fotográfico. Este adelanto revolucionario permitió reemplazar a las pinturas, y ahora las familias de alta prosapia podían elegir retratarse de una manera exacta, sin pinceles.

En esos tiempos no todos habían podido retratarse en vida, y esta nueva oportunidad sedujo a los familiares y amigos que querían conservar una imagen de sus difuntos. Los fotógrafos residentes en Buenos Aires, e incluso en el interior, comenzaron a publicitar sus nuevos servicios: “Fije su sombra antes que su sustancia se desvanezca”, se ofrecía el servicio fotográfico en un diario inglés de la época.

Los costos eran altos. Esto se debía a los requerimientos necesarios para tomar las imágenes, hecho que hacía que éstas sean más caras que los retratos comunes. El fotógrafo tenía que trasladar todo su equipo a la casa del muerto, o acondicionar su estudio para recibirlo y realizar el trabajo en el lugar. Además, los fotógrafos sabían que se trataba de una situación dolorosa y acuciante, y muchos no dudaron en aprovecharse del dolor ajeno pidiendo enormes sumas por esa “última imagen”. 

La idea en la mayoría de los casos era representar a la persona como si todavía estuviese viva, motivo por el cual se debía retratar al muerto con su vestimenta diaria o festiva, en un ambiente especial o cotidiano, maquillado, rodeado de familiares y, generalmente, con las expresiones faciales modificadas para ocultar la rígida expresión que deja la muerte. Esto, claro, no siempre se lograba, pero eran requisitos muy solicitados que encarecían enormemente el servicio. Otros estilos consistían en fotografiar al sujeto como si estuviese dormido, o directamente en su condición de muerto.

Así, inicialmente sólo las clases altas (que antes solían encargar pinturas mortuorias) podían acceder a este “lujo”. Colgaban orgullosos los daguerrotipos en las paredes, se los enviaban a familiares lejanos o los utilizaban como relicarios. Con tiempo, la técnica de la captura fotográfica fue evolucionando hacia formas más simples y económicas. A los pocos años la fotografía mortuoria fue accesible a casi todas las clases sociales.

Las razones, reflejo de una época

La negación de la muerte era (y es) un sentimiento muy frecuente. La razón más importante a la hora de pagar por una imagen así era, como ya mencionamos, tener un recuerdo del ser querido. Pero esta costumbre que hoy calificaríamos como macabra no sólo se explica por el hecho de poseer un último recuerdo, sino que sus raíces nacen en el pensamiento propio del romanticismo del siglo XIX ,una veneración de los despojos y el culto a las sepulturas, la naturalidad con la que se aceptaba la fotografía post mortem se enmarca dentro de esta atmósfera romántica de exaltación del muerto amado.

Además, el creciente individualismo que se gestó durante la etapa romántica llevó a que estas fotografías se conviertan en elemento más importante a la hora de “representar” la identidad del fallecido. Aunque lo que se retrataba no era más que despojos, la intención siempre fue mostrar personas con carácter y actitud.

Las fotografías mortuorias fueron la expresión del pensamiento e individualismo del hombre del siglo XIX. Poseer una imagen de un ser querido sin vida ayudaba a atenuar la gris angustia que regala la pérdida, placebo que vino de la mano de uno de los mejores inventos de la época: la captura real de imágenes.

Hoy en día se piensa, claramente, de otra manera. Un cuerpo sin vida es solamente eso, y nada más. Ya no se tiene la sensación de “poseer” al que se va mediante un retrato, concepción nativa del período romántico. Los métodos de duelo actuales se viven con más privacidad y “decoro”.

Una antigua fotografía de una persona muerta. Directa, cruda, fría, real. Sobre todo, real. Sobre todo, una antigua expresión de amor y sentimientos.

 Fuente


DOCUMENTAL SOBRE IMÁGENES POSTMORTEM CUARTO MILENIO  


Documental Fotografía Postmortem Parte 1

Documetal Fotografía Postmortem Parte 2

Documental Fotografía Postmortem Parte 3
















No hay comentarios:

Publicar un comentario